La paternidad es un viaje lleno de descubrimientos y desafíos. Uno de los mayores retos que enfrentamos como padres es entender el mundo de nuestros hijos sin imponer nuestra perspectiva adulta. Es vital recordar que los niños piensan y sienten de manera diferente a nosotros, y es nuestra responsabilidad acompañarlos y guiarlos respetando su forma única de ver el mundo.
Los adultos y los niños procesan la realidad de formas muy distintas. Mientras que nuestro pensamiento está guiado por la razón, la lógica y nuestras experiencias pasadas, los niños viven en el aquí y el ahora, guiados por sus emociones y sensaciones corporales. Los adultos suelen preocuparse por el futuro y revisar el pasado, repitiendo frases en nuestras mentes para encontrar sentido a nuestro entorno. Los niños, por otro lado, son intuitivos y espontáneos, reaccionando directamente a lo que sienten en el momento.
Es fácil caer en la trampa de interpretar el comportamiento de nuestros hijos desde nuestra perspectiva adulta. Sin embargo, esto puede llevar a malentendidos y frustraciones.
Cada etapa de desarrollo tiene sus propias características y límites. Un niño pequeño puede tener “rabietas” porque aún no ha desarrollado la capacidad de gestionar sus emociones complejas. En lugar de ver esto como un comportamiento problemático, podemos verlo como una oportunidad para enseñarles a manejar sus sentimientos. Comprender hasta dónde llegan las emociones y el cerebro de nuestros hijos en cada etapa nos permite dotarlos de las herramientas adecuadas para su desarrollo.
El pensamiento adulto está anclado en la lógica y la experiencia, mientras que el pensamiento infantil es más libre y emocional. Si los niños pensaran como adultos.
Su forma de pensar, guiada por la intuición y las emociones, les permite vivir el presente de manera plena y auténtica. Como padres, es nuestro deber entender y respetar esta diferencia. Al hacerlo, no solo evitamos malinterpretar sus acciones, sino que también les brindamos un entorno seguro donde puedan crecer y desarrollarse con confianza.
En IANA FAMILIAS, estamos comprometidos a ayudar a los padres a comprender y apoyar a sus hijos desde una perspectiva respetuosa y consciente. Juntos, podemos aprender a ver el mundo a través de los ojos de los niños, fomentando relaciones familiares más fuertes y saludables.
Como padres, es esencial entender que los niños ven y sienten el mundo de manera muy diferente a nosotros. No podemos proyectar nuestras emociones ni nuestra interpretación de sus acciones desde una perspectiva adulta. A continuación, algunos ejemplos prácticos para ayudar a guiar a nuestros hijos respetando su desarrollo emocional y cognitivo.
Ejemplo 1: Bebé de 9 Meses que Quiere Abrir Todos los Cajones
Cuando un bebé de 9 meses quiere abrir todos los cajones de la casa y sacar lo que hay en ellos, es importante entender que está explorando y descubriendo su entorno. Su cerebro no puede gestionar de una manera racional lo que le estamos pidiendo.
Acción: No le dejamos hacerlo.
Alternativa: Podemos ofrecerle un cajón seguro con objetos que pueda sacar y explorar.
Explicación: Le explicamos de manera simple por qué no puede abrir los demás cajones y le mostramos el cajón que sí puede usar.
Acompañamiento: Contenemos su acción, acompañamos su enfado y frustración desde el cariño, y le ponemos un límite respetuoso. Este proceso le enseña que hay límites, pero también le ofrece una opción para satisfacer su curiosidad.
Ejemplo 2: Niño de Dos Años que Quiere el Juguete de su Hermana
Un niño de dos años que quiere un juguete con el que está jugando su hermana mayor puede intentar quitárselo por la fuerza. Aquí es donde intervenimos como adultos para guiar la situación.
Acción: Preguntamos a la hermana mayor si quiere prestar el juguete. Si dice que no, le explicamos al niño de dos años que ahora es el turno de su hermana.
Explicación: Le contamos con ejemplos prácticos que cuando él tiene un juguete, no se lo quitamos, sino que esperamos su turno.
Acompañamiento: Le decimos que entendemos que quiera el juguete, pero que debe esperar. No necesariamente entenderá y dejará a su hermana, pero al instaurar esta mirada en la familia, los niños aprenderán a esperar su turno porque se sienten acompañados y no juzgados.
Ejemplo 3: Niña de Tres Años que Quiere Ponerse la Ropa Sola
Una niña de tres años puede insistir en vestirse sola, aunque le tome mucho tiempo y no lo haga a la perfección.
Acción: Permitimos que intente vestirse sola.
Alternativa: Ofrecemos ayuda solo cuando ella lo pida o cuando realmente necesite asistencia.
Explicación: Le explicamos que estamos ahí para ayudarla si lo necesita, pero que valoramos su esfuerzo y su deseo de hacerlo por sí misma.
Acompañamiento: Acompañamos su proceso con paciencia y cariño, validando su frustración si algo no sale bien y celebrando sus logros. Esto refuerza su autonomía y confianza en sí misma.
Ejemplo 4: Niña de Cuatro Años que quiere ver la tele más tiempo.
A los 4-5 años, los niños atraviesan un cambio significativo en su desarrollo. Este salto madurativo puede hacer que las emociones se intensifiquen, siendo parte de esta nueva adaptación. Nuestra mirada como padres debe adecuarse y transformarse.
Acción: Decimos que la tele se ha de apagar.
Alternativa: Se puede negociar con el niño diciéndole que elija cuántos minutos más quiere ver la tele (usando un reloj de arena o el reloj si sabe contar los números).
Explicación: Le estamos dando un poder de decisión que hará que se sienta escuchado y con control (dentro de unos límites elegidos por nosotros).
Acompañamiento: Cuando llega el tiempo, apagamos la tele sin enfados por parte del adulto. Entendemos que el niño puede reaccionar bien o no. Si se enfada, permitimos, acompañamos y validamos su emoción. Permanecemos cerca si nos lo permite y, una vez que se ha calmado, retomamos la conversación, hablamos sobre lo ocurrido, cómo se ha sentido. Sin esperar gran elaboración por su parte, simplemente, le damos un espacio desde un lugar seguro, calmado.
Normas del Hogar: Explicamos qué es importante tener normas en casa y que los papás somos los responsables de cuidarlos. Aunque a veces no lo entiendan, estamos aquí para cuidarlos y acompañarlos.
Es fundamental que nosotros, como adultos, entendamos en qué momento se encuentran nuestros hijos y les ofrezcamos tiempo en su recorrido y desarrollo. A través de los límites enseñamos a los niños cómo es el mundo. Si empezamos desde su nacimiento y vamos adecuándolos a sus necesidades, ellos aprenden a integrarlos de manera natural.
El que un niño se enfade o tenga rabietas no es más que su necesidad de ser acogido y sostenido cuando una situación o emoción le desborda. Empecemos a mirar la infancia como se merece, con responsabilidad y empatía. Acompañemos a nuestros hijos respetando sus emociones y ofreciéndoles un entorno seguro para crecer y aprender. Seamos responsables en nuestra labor de padres, reconociendo que nuestra tarea es guiarlos con amor y comprensión.